Entre Fronteras: sobrecargos y fracasos con éxito
Es la segunda tarde del Entre Fronteras y, al llegar al teatro universitario, nos reciben dos sobrecargos que han tomado el vestíbulo como puerta de abordaje. Derrochan gracia y estilo rumbo al stand de una aerolínea imaginaria. De lo anterior va la función de hoy: imaginación, como diría Bob Esponja animándonos a sonreír más allá del cascaron de lo cotidiano mientras dibuja un arcoíris con las manos.
Las bailarinas de la compañía mexicalense Tres Cuartos nos llevan a la primera parte del viaje. Rescatan las posibilidades emotivas del discurso de despegue y bailan desde el lado ligero mientras las instrucciones para volar se vuelven cada vez más hilarantes. Reímos y empezamos a olvidar lo que hay afuera del teatro. Hay un bebé en el público que ríe a carcajadas mientras en la tarima hay turbulencia.
Al pasar a la sala del teatro, los integrantes de la compañía Motos Ninja (Mexico – Argentina) se encuentran inmersos en una mezcla de ejercicios calistécnicos, trazos escénicos y rutinas aeróbicas de bajo impacto. Se trata de un gimnasio distópico que en un extremo tiene un podio para vencedores de una justa deportiva y del otro, un personaje sombrío que sólo observa a los bailarines y al público.
Hace un par de años platicaba con mi amigo el poeta César Cañedo acerca de las posibilidades narrativas del fracaso en su poesía; él me hablaba de ser Dorothy y regresar maltrecha, con el delineador corrido y tacones en mano, después de haberla pasado de lujo en Oz. En la moderna pedagogía se nos enseña que el éxito es el único camino, pero nadie nos ha dicho lo que sucede al salir de dicha línea argumental de autoayuda.
En el escenario, cuatro jóvenes actores intentan reponer una obra y en cada intento fracasan con estrépito. El fracaso es absurdo y conforme avanza la obra se vuelve entrañable y nos hace volcarnos de risa. Hay persecuciones a gallinas, reggaetón para beat box, transformers y la belleza del absurdo-para-dummies.
La paleta que presenta el festival cada año nos trae propuestas como ésta: teatro físico, danza, performance y happening borran sus fronteras y el público es parte de la puesta. Afuera, reconstrucción de una obra es el nombre de esta pieza, que nos recuerda que el fracaso es necesario para aprender y que el humor puede ser mucho más que una colección de chistes fáciles. Al final, hay un adolescente entre el público que hace una pregunta mientras volvemos a reír.