top of page
  • Foto del escritorPor Hugo Méndez Fierros*

Abran las fronteras please

Nueva normalidad tras la pandemia



Dos anuncios recientes han generado un clima de optimismo frente a las restricciones de movilidad para cruzar la frontera, entre algunos sectores de la población de Baja California. La entrega de un millón de vacunas por parte del gobierno federal de EE.UU. al de México, con aplicación condicionada entre habitantes de la frontera de entre 18 y 40 años de edad y la comunicación de la visita de la vicepresidenta Kamala Harris al presidente López Obrador, hoy 8 de junio.


La zona de la Alta y la Baja California se distingue por su elevado dinamismo, en 2019 se registraron 111 millones 514,531 de cruces en los 7 puertos fronterizos que comparten. En el espacio transfronterizo formado por las ciudades de Tijuana y San Diego, se dio más del 70% de estas entradas y salidas. Esta frontera es reconocida como uno de los territorios de mayor tráfico comercial e intercambio sociocultural en el mundo.


La interdependencia entre las poblaciones que habitan la frontera entre las ciudades de Tijuana-San Diego y de Mexicali con el Valle Imperial, es resultado de una historia fronteriza con enormes desigualdades y relaciones asimétricas, pero, en coexistencia obligada. Por lo anterior, la emergencia pandémica ha impactado de manera potente esta zona interdependiente.


Existe una “cultura fronteriza” que se define y emerge en un contexto geográfico y social específico, que tiene una identidad propia, que se distingue de otras, por las interacciones económicas y sociales norte-sur. La frontera es algo más complejo que un espacio en el que predomina “lo mexicano” frente a “lo estadounidense” y viceversa, ha señalado la estudiosa del fenómeno migratorio y cultural de la frontera, Norma Ojeda. Es una región geográfico-social que abarca distintas subregiones, que integra intercambios económicos y redes sociales-comunitarias en ambos lados de la frontera, que viven y se reproducen conforme a este complejo sistema social, el cual comprende rasgos culturales y normativos de los dos países, pero que forma un tercer orden social diferenciado de sus contrapartes nacionales.


En este contexto, el 20 de marzo del 2020 se dio el primer anuncio del cierre de la frontera entre México-EUA para actividades no esenciales. Un hecho inédito. Han transcurrido 15 meses y hasta el día de hoy se mantiene cerrada la frontera. Los graves efectos negativos en la economía y en las relaciones comunitarias comienzan a ser documentados desde ambos lados del muro. El tiempo nos dará oportunidad de reflexionar con calma y valorar todas las aristas posibles del fenómeno.


Vivimos un momento histórico marcado por la globalización y la apertura de las fronteras. Sin embargo, el miedo a los otros ha generado estas restricciones como parte de una política de encierro y limitación de la movilidad internacional, ante la pandemia.

Como en otros múltiples procesos sociales, quienes más han padecido son los grupos de mayor vulnerabilidad como los trabajadores del campo que no cuentan con permisos de trabajo y los inmigrantes que siguen llegando diariamente a esta frontera y se encuentran varados, con escasas posibilidades de apoyo. Atrapados en la gran nube de incertidumbre de la política migratoria que discursivamente ha impulsado Joe Biden, que no ha terminado de favorecer a los que buscan asilo en EE.UU.


Entre los grupos de facebook de información sobre cruces en la frontera en Tijuana y Mexicali, se puede leer, analizar y captar un clima de optimismo, ante la posibilidad de que en el mes de julio se abran los fruces fronterizos. Esperemos los resultados de la visita de Kamala Harris este día y la capitalización politicomediática de López Obrador. Abran las fronteras please, se lee en las redes sociodigitales.


*[No. 37/2021]. El autor de esta publicación es profesor-investigador

en la Facultad de Ciencias Humanas, UABC.

8 visualizaciones
bottom of page